285. Trampantojo
El jurado estaba preparado para degustar aquel crisol de sabores. La única premisa era utilizar aceite de oliva como ingrediente principal. Esta exigencia no resultaba extraña porque el concurso de alta cocina se celebraba este año en Jabalquinto. Por tanto, podías deleitarte tanto con un fumet de crisálidas de anchoas maceradas en AOVE como con las recetas más tradicionales de Ajoatao o Pipirrana.
Lucía se esmeraba por terminar su plato estrella, un innovador manjar blanco en una versión ahumada con base oleosa. Julia, su eterna rival, preparaba Guilindorro. Gregorio, el participante más antiguo, mantuvo su estilo con unas espinacas esparragadas. Adrián, el sobrino de la alcaldesa, estaba convencido de que ganaría esta edición. De repente, el tintineo de una campana les avisó de que debían apagar los fogones.
Todos ansiaban ver la reacción del jurado ante los primeros bocados. Reneé, la famosa chef francesa que disfrutaba sus vacaciones en Andalucía formaba parte del variopinto elenco. Beltrán, el concejal de cultura, repetía experiencia, aunque su única motivación era llenarse la barriga de forma gratuita. Carolina, la directora del conocido parador de Jaén, se estrenaba este año. Era muy exigente, por lo que su papel de crítica culinaria le venía como anillo al dedo.
Tras probar los primeros platos, Beltrán cayó fulminado al suelo.
–¡Lo habéis envenenado! –exclamó Julia señalando a sus adversarios.
Lucía, asustada, comenzó a llorar. Gregorio permaneció pálido y en silencio.
Adrián, haciendo caso omiso a los demás, aprovechó el tumulto para saciar su hambre en la mesa del jurado.
–Estas recetas están de muerte –dijo rebañando con el dedo.
–¡Que se lo digan a Beltrán! –pensó Carolina.
Al fin pudo vengarse de él tras envenenar su agua en un descuido. Nunca más volvería a ridiculizarla en público por ser la única del pueblo que no tenía un olivar.