Francisco Martínez Calle
En la Semana Santa de 2022, un matrimonio del pueblo jiennense de Burgina recibe en su casa a sus tres hijos y a sus cinco nietos, todos ellos comprendidos entre los tres y los ocho años. Uno de esos días, el abuelo decide llevar a sus nietos a conocer una finca de olivas de su propiedad (la finca de Argüelles), las cuales pertenecieron a uno de sus antepasados.
El abuelo pretende que los niños se encariñen con las olivas, porque estas no son simples árboles frutales, sino el símbolo de una familia, un retazo de historia colectiva y un motivo de satisfacción personal. A pesar del interés del abuelo por mostrar los valores espirituales de la finca a sus nietos, esta no deja de ser una simple anécdota para unos niños ajenos a todo interés por las olivas.
Con cierta amargura, el abuelo tiene que aceptar que cada generación es hija de su tiempo.
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