282. Verde esperanza
Entonces lo vi, todavía estaba vivo, llevábamos la misma ropa que la última vez que nos vimos, ambos con prendas blancas como la leche. Grité su nombre, y aun así no me escucho. Me dirigí hacia él tambaleando por toda la cubierta del barco que se movía al ritmo del peligroso mar mientras la gente corría asustada de lado a lado. Sin anticipar ninguno de mis movimientos toque su hombro esperando su respuesta, él no volteo, se quedó inmóvil como sí no hubiera pasado nada. Me paré delante de él y vi sus ojos, verdes como los olivares de nuestro hogar, ya no tenían brillo y solo una lagrima salía de ellos mientras el sol se ocultaba en el oeste. Limpié la lagrima de sus ojos y él sorprendido alzó la vista al cielo, yo hice lo mismo y pude sonreír. Por fin, después de mucho tiempo, había algo que nos diera la misma esperanza de Noé, nuestra paloma blanca se acercaba y llevaba en el pico una ramita verde, del olivo de nuestra tierra. Ya estábamos cerca de casa.